Como todos los días, creo, preparé café y salí al balcón. Los rayos de sol apenas se asomaban.
El viento frío terminó de despertarme. Ay, que bien se siente la vida, pensé.
A pesar del abrigo del saco de pijama, no pude quedarme más tiempo ahí, el sol no calentaba.
Regresé a la cocina con la taza de café vacía. Quizás era muy temprano para pedir compañía.
Tengo la impresión que antes odiaba levantarme temprano y ahora lo hago a la madrugada.
Disfruto ver el amanecer, no es una excusa, aunque justifica bien el insomnio que tengo.
Apareciste en la sala con esa mirada y esa sonrisa para disimular que mi insomnio no te preocupaba.
Es increíble que todavía nos hablemos tanto sin decirnos nada y nos riamos de cualquier bobada.
Escuché la otra vez al vecino o a una persona decir que eso se pierde con el paso de los años.
-¿Cuánto es que llevamos juntos? -Pregunté-.
-¿Quieres que te lo cuente de nuevo?
-Sí, por favor, siento que he sido muy feliz a tu lado.
En el momento supe la respuesta, no por nada tenemos estas arrugas y estas canas.
Pero de repente olvidé de qué estábamos hablando.
-Logramos mantener el amor eso lo más importante.
¿El amor caduca ? -Pregunté de repente-.
Sí, a los cuatro años, dicen. Pero no aplicó para nosotros, sino míranos.
En sus ojos vi cuánto he amado la fuerza de sus palabras, aún en los momentos más difíciles.
Insistí en que sol tenía preferencias, había salido brillante solo para mirarle.
Lo negó varias veces sonriendo y luego me abrazó por la espalda.
Ése era calor que necesitaba, no sé por qué salí a buscarlo en el balcón esta mañana.
Comienzo a olvidar las cosas, lo presiento con angustia. Por ejemplo, le preparé aromática de cúrcuma con
jengibre cuando sé que la que le gusta es la de frutos rojos. Creyó que no me había dado cuenta que se la
bebió rápido y luego puso a calentar más agua para hacerse la de frutos rojos.
No, no, no me quejo de los años. El corazón me dice que el presente es el tiempo que más disfrutamos.
-Ahora hacemos cosas de abuelos -le dije por molestar. En el fondo sólo quería era escuchar sus argumentos,
pues me divierte con cada cosa que se inventa.
Ahora, le ha dado por reírse hasta de sus torpezas, como cuando sirve el jugo y lo riega sobre la mesa
o cuando pone un vaso con leche en el microondas y no lo enciende. Dos horas después lo saca y se burla de
su olvido. Aunque me parece que yo, como que a veces hago lo mismo.
Nos tiemblan las manos, nos falla la cabeza. -Nos acaricia la vejez -dices antes de que proteste.
-Ni siquiera en la época en la que cada uno buscó su propio camino pensamos en separarnos. -Me dijo.
-¿Así de grande y libre fue nuestro amor? -Esta vez pregunté sabiendo. Por eso no me contestó.
-¿Qué te preocupa mi amor? ¿Por qué no duermes?
-Respondí con silencio... Me preocupaba olvidar, no entiendo por qué no se lo dije.
No me imagino vivir sin mis recuerdos. Mi memoria comenzaba a nublarse, el pasado a verse borroso.
¿Cómo pasó? La verdad es que no quiero saberlo con exactitud.
Percibí temor, sí en el tono de su voz con esa pregunta. Miedo, miedo de ratificar lo que ya era evidente.
Mi nombre, dirección, teléfonos, fechas de cumpleaños estaban en una hoja pegada en la puerta de la nevera.
-Estaremos juntos y nos amaremos hasta el final de nuestros días. -Acarició mi rostro con sus manos-.
-No importa las veces, yo estaré feliz de recordarte lo que hemos vivido y todo lo que hemos compartido.
Alivio, eso fue lo que sentí con sus palabras. Qué más podía pedir sino estar a su lado.
-¿Te cansarás cuando ya no recuerde nada?
-No, jamás, porque te amo.
Lo que brota de tu corazón es lo que siembras.