La ciudad que recorrimos tantas noches escondidos bajo la complicidad de lo prohibido hoy te envío hacia mi.
Mi regreso atrajo el recuerdo del vacío de extrañar que se agudizó con las ganas incontrastables por salir corriendo detrás de ti.
Buscarte no era una opción después de todo lo que me costó cerrar la puerta de mi corazón para dejarte ir.
Hoy mi consuelo es caminar por las mismas calles que un día nos vio tomados de la mano enamorados.
Fue entonces cuando la nostalgia y soledad se convirtieron en alucinación. Comencé a verte en cualquier parte, en desconocidos.
Eras el hombre que conducía el carro que se detuvo en el semáforo en rojo y me miró, también, la mujer que tropezó conmigo por el afán que llevaba.
Entre más contenía el amor aflorado por el deseo de verte, más comprimido sentí el pecho.
Esa sensación de ahogo y de falta de ti me acompañó camino al hotel al que tantas veces escapamos.
Como el viento frío pegando la ropa a mi cuerpo, así mismo, estaba tu ausencia adhiriéndose a mis sentimientos.
Jamás volveré a tocarte, lo sé, pero dejar de sentirte nunca. Nadie reemplazará lo que solo tú y yo pudimos ser con tan poco tiempo.
De nada sirvieron las excusas, engañarme solo para dejar de amarte fue una estupidez que ya pagué.
Seguro que tienes la vida que yo jamás habría podido darte, el abrazo y el abrigo de alguien más.
Menos mal ninguna noche es eterna y mientras acaba estarás aquí conmigo y en cada uno de mis locos pensamientos.
Sin importar las veces que regrese a esta ciudad presiento que tendré esta misma sensación cubriéndome el alma de recuerdos.
Seguirás en medio de mi caos, de la desorganizada vida que llevo pase lo que pase, aunque creo que lo peor ya sucedió.