Con el cuerpo envuelto en la toalla, Alma repasó lo que había experimentado en la tina del baño del hotel donde el vacío de la despedida continuó con picadas dolorosas en el pecho. Con los ojos inflamados por las lágrimas de momento extasiado en el encuentro con el pasado, pensó en lo difícil de volver a la realidad, al presente. Habría sido mejor quedarse en el tren que regresar a ese hotel. A quién quiso engañar pasándose tantas veces el jabón por todo el cuerpo, si el olor del placer se había aferrado a su piel para recordarle la sensual y apasionada que era. La tina era un buen lugar para dejar de recordar y pensar en el regreso a casa.
Las bolsas de hielo, que pidió a la habitación, flotaron en el agua a punto de rebosar la tina. Alma dejó caer la toalla en el piso y desnuda se miró en frente del espejo. Detalló la figura de pies a cabeza y se perdió en el oscuro de sus ojos negros y tristes.
–No me mires así, yo no quise terminar, pero, ¿de qué otra forma habría podido ser?
Alma frunció el entrecejo mientras se reprochaba así misma.
–No pensé que doliera tanto volver a amar, a sentir. Es que me duele aquí, aquí en el pecho.
Alma cerró los ojos con la esperanza de que al abrirlos la nostalgia ya no estuviera. Pero eso no pasó fue más el vacío y la falta de ganas de vivir.
Se acercó a la tina y con la pierna extendida metió los dedos del pie para tocar el agua. Casi se cae del brinco que pegó. Para sacarse todo ese amor frustrado era buena idea del frío capaz de penetrar los huesos.
–Está tan helada como mi nombre.
La voz de Alma se quebró.
–Muero congelada y termino con este sin sabor que me causa su ausencia. Maldita la hora en que volví a sentir felicidad y tenía que ser entre sus brazos. Quién me mandó a cumplir con esa absurda promesa que hice, quién sino a mí. Eso me pasa por terca, por masoquista. Diez años para revivir.
Alma suspiró ufana y con una leve sonrisa en el rostro, metió los pies en la tina, luego las piernas y las caderas. No se quejó hasta que el agua helada penetró la vagina, la sexualidad reclamaba volver a sentir, lo mismo hicieron los senos que consoló con las manos. No tuvo más opción que...
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