cosmo-café

Pasó en Cosmo - Arabia Saudita

Conocí a Ximena de México y a María del Mar de Venezuela, soltera y la más joven de las tres, en Arabia Saudita. Todos los lunes por la mañana visitábamos cafés o restaurantes de la ciudad para conocer y entender esta cultura tan extraña para nosotras. Así fue como llegamos a Cosmo Café, un lugar moderno teniendo en cuenta las restricciones y poco extravagante comparado con lo que estábamos acostumbradas a ver.

El mesero era filipino como la gran mayoría. Con una cálida sonrisa nos indicó el camino a la sección de mujeres al final del pasillo. Alcancé a mirar por una puerta que estaba entre abierta la sección destinada solo para hombres había una alfombra larga que abarcaba un espacio considerable del lugar. Predominaba el color dorado en las paredes y con estantes de cristales de todos los tamaños y colores. No alcancé a ver más, porque el amable mesero cerró rápidamente aquella puerta.

La zona de las mujeres era mucho más pequeña y estaba decorada con cuadros de paisajes y enormes lámparas. Todo nos llamó la atención, pero en particular el diseño de las columnas que estaban forjadas con figuras de animales perfectamente tallados y la pared de piso a techo con botellas empotradas con variedades de té, además de la decoración de las mesas con vidrio, sillas en madera y cojines forrados en seda.

Mientras esperábamos el capuchino y las galletas, Ximena y María Del Mar tomaban fotos a escondidas, el lugar como muchos otros tenía encanto. Dos hombres vestidos con su acostumbrado suriyah o túnica blanca y su kafiyyeh o turbante de cuadros rojos y blancos, se acercaron a nuestra mesa. Lo primero que pensé es que venían a arrestarnos por tomar fotos, está prohibido sobre todo si hay mujeres, pero por suerte solo era mi paranoia. Los hombres no terminaron de presentarse y yo comencé hablar quizás los nervios:

–Yo soy de Colombia, ella es de Mexico y ella de Venezuela. Inmediatamente las chicas se rieron de mí, es que la voz se me entrecortó. Pero cómo no estaban prohibidas la fotos y había escuchado cualquier cantidad de historias sobre lo que le pasaba a las mujeres que no cumplieran con las leyes del país. Muchas han sido condenadas a muerte y exhibidas al pueblo como ejemplo delo que les puede pasar si intentan revelarse.

Los hombres no sonrieron, permanecieron parcos. Con la reverencia del señor que estaba sentado en la barra uno de estos hombres puso sobre la mesa un papel enrollado con un delicado hilo de color dorado y rojo en su mano, Ximena enseguida lo tomó. Con las manos temblorosas desató el hilo y desplegó el fino papel. Su expresión fue la de un niño que por fin recibe el juguete que tanto pidió. Con la ronca voz que la caracterizaba comenzó a leer:

–Invitación al banquete ofrecido por El rey Mohamed bin Salmán en palacio de… Quién sabe este par que se traen entre manos, nos vieron cara de qué, o qué.

Ximena volteó a mirarlos y continuó hablando tranquila porque estaba convencida de que no le entendían.

–Nosotras no somos unas de esas que andan por ahí buscando...

–Déjame ver –dijo María Del Mar.

La cara de mi amiga María Del Mar me quitó la risa que me causó las babosadas que estaba diciendo Ximena.

–¿Qué pasa? –pregunté.

Los dos hombres se miraron y voltearon a ver de nuevo al señor que había estado observándonos. Con el ceño fruncido el señor movió la cabeza de lado a lado, eso fue un no, pensé. De manera poco delicada uno de estos tipos le quitó a María Del Mar de las manos la supuesta invitación esa y en español dijeron: –Lamentamos interrumpirlas disfruten del café.

Quedamos sin palabras, no esperábamos que hablaran español, luego habían entendido todo lo que había dicho Ximena, por eso nos sonrojamos.

De pie enfrente de la enorme ventana de Cosmos vimos la caravana de autos blindados que llegaron al lugar. Hombres igual de vestidos a los que nos dieron la invitación, pero armados y con gafas oscuras se bajaron de las camionetas y en fila de lado a lado de la entrada, esperaron a que el extraño de la barra saliera y caminó entre ellos todos le hicieron una reverencia. Fue como estar en la escena de alguna película de mafiosos. Aunque ninguna dijo nada creo que todas pensamos lo mismo, el papel con el fino hilo sí era una invitación a un palacio de algún príncipe que vive en Arabia Saudita.

Si estábamos sorprendidas por lo que habíamos visto quedamos peor después de lo que dijo el mesero, que no se veía tan impresionado como nosotras. Se acercó a la mesa con una medio sonrisa algo irónica y en un tono quizás algo decepcionado nos reclamó por la oportunidad que cualquiera habría deseado; asistir a una cena en el palacio de un primo del rey Mohamed, cenas famosas por la opulencia y la deliciosa comida que jamás veríamos en un lugar, aquel extraño de la barra que nos observó todo el tiempo, era nada más y nada menos que uno de los primos más cercanos y consentidos de la máxima autoridad del país.

–Por lo menos les quedó el recuerdo que vale oro. El mesero miró fijamente el hilo dorado que había quedado sobre la mesa. No esperábamos que Ximena saliera corriendo de Cosmo para alcanzar al primo del rey. Nunca olvidaré la cara de María Del Mar, sudorosa y asustada como una niña. Nos dimos cuenta que primo del rey no había dejado de mirarnos, especialmente a ella. Todo pasó tan rápido. Ximena regresó a la mesa, su intento de alcanzar a semejante personaje había fracasado. De nada sirvieron los gritos ofreciéndole una disculpara, aquel hombre solo movió una mano para despedirse y se subió al lujoso carro que lo esperaba.

Cada vez que miro el hilo dorado que quedó en mis manos después de que el mesero nos ayudara a rifarlo entre nosotras, recuerdo, como si fuera una foto, a María Del Mar, Ximena, al mesero y a mí parados enfrente de la enorme ventana de Cosmo Café mirando con decepción la caravana de autos blindados que se alejaba del lugar, y con ellos, la oportunidad de estar en un evento al que son contados los privilegiados, según dicen, los que pueden estar ahí.

Esta experiencia será una de esas historias que contaremos a todos una y otra vez cada una a su manera. Coincidimos en lo lejos que estamos de casa y lo mucho que extrañamos estar entre los nuestros. Claro que le echamos la culpa a Ximena, las babosadas que dijo fueron las que ofendieron al primo del rey y por eso no quizo escucharla, pero en tono de  broma, aunque tampoco había mucho que decir, seguro si no hablaba español por lo menos lo entendió.