Un proyecto con amor que me permite tocar los corazones de los niños a través de las historias que escribo. En esta ocasión me acompañó el cuento de Un Coco de Vidrio.
Gracias a la vida, a las personas que hacen posible que la Clase de los sueños pueda llegar a cualquier lugar, esta vez fue Buga, el lugar donde inició esta idea. Niños cuyas condiciones de pobreza, quizás, los lleve a pensar que están destinados a vivir así. Sembrar el amor por la escritura puede ayudar, por qué no, a cambiar la forma de pensar y ver que es posible hacer realidad sus sueños. Hacer posible lo imposible y dejar huella en este planeta.
A los niños les entrego amor e historias y a cambio, ellos me dan el triple con sonrisas, abrazos, palabras y sueños. Este día también quedará anclado en el camino que me trajo a la escritura. A mis niños de Buga, ¡gracias! por el cuento que hicieron, más que un recuerdo es la evidencia de lo que juntos hemos construido con la imaginación y que se puede materializar cuando se cree. Se me llena el corazón de emoción al escribir esto, porque sé que los límites que uno mismo se crea también pueden desaparecer, sobre todo cuando la intención proviene del amor.
Este día como todas las veces que compartimos, la conexión fue maravillosa, nuestra imaginación voló y mi niña interior también.
Vuelve pronto, quiero escribir, gracias, seré escritor o escritora como tú, llegaré lejos, seré doctor, chef, policía, enfermera, viajero, astronauta, te queremos Angie compensa todo aquello que tuvo que pasar para llegar a mis maravillosos niños de Buga.
Volveré mis niños con más historias, con más lectores de corazón que se sumen a este proyecto de la Clase de los Sueños. Porque sin importar las circunstancias, cualquier puerta u oportunidad es posible tocar y entrar para hacer realidad los propósitos siempre hay que creer, crear y actuar.