Entender cada situación difícil como un aprendizaje es un trabajo de autoconocimiento diario.
Llevaba algunos días concentrada en mi salud, en temas familiares y proyectos sobre los que no tuve claridad sino hasta que me di cuenta que me estaba saboteando con pensamientos que me impedían avanzar. La falta de apetito creativo terminó por bloquearme. Me sentí frustrada y con miedo.
Regresaba del parque con Rola, mi amor perruno, tenía la lengua afuera de tanto jugar y arrastrarse en el pasto. De un momento a otro comencé a dar las gracias al Universo: Me encontraba en Bogotá, el cielo estaba radiante, tenía comida en la nevera, una cama donde dormir, un espacio donde escribir y personas increíbles en el camino. Vi sonreír a una pareja y pensé en lo afortunados que somos los seres humanos de poder expresar de tantas y distintas maneras los sentimientos. El aire refrescó la mente. Agradecer me hizo sentir bien, más calmada y ligera.
Al otro día fui a la clínica a recibir los resultados de los exámenes que me había hecho y mientras esperaba continué la práctica del agradecimiento: esta vez agradecí por el cuerpo físico, por los latidos del corazón y también por la esencia, porque cuando dejo salir a la niña interior disfruto más de lo simple, agradezco que me saque de la adultez que ciega el verdadero significado del presente. Agradecí por la salud de la familia, los niños de Buga y de Neiva, por los amigos y por las personas que leen las historias y por todos aquellos que no conozco y que pasan por dificultades de salud.
Agradecer en un momento difícil ayuda a estar presente, a entender la manera cómo vivimos, ser felices con lo que tenemos y no lo contrario.
Es común quejarse por todas las complicaciones que se juntan y olvidar agradecer. No hay inmunidad para el miedo en momentos difíciles, a la hora de tomar decisiones o actuar. Cada persona tiene una manera distinta de afrontarlo.
Por ese momento difícil que pasé en donde la vida podía cambiarme de un momento a otro, todo dependía del resultados de unos exámenes, me ayudó estar en modo agradecimiento que tiene un poder maravilloso que no necesita explicación, simplemente, existe y se manifiesta. Después de todo ese proceso, de tomar precauciones y demás, salí bien.
La gratitud me ayudó a despejar la mente. Retomé la escritura después de varios días y regresé al interior, canalicé la energía en mi momento presente.
Estoy segura que la practica del agradecimiento es transformadora. Si la haces, mi lector de corazón, si sacas solo unos minutos de tu tiempo para agradecer a Dios, o en lo que creas, por todo lo que tienes y sientes; por tus padres, tu pareja, tus hijos; por los amigos, el compañero de oficina, por el vecino o por el desconocido que cruza la calle contigo, ¿por qué no?, con un pensamiento de gratitud por la vida o por lo que sea. Comenzarás a notar la diferencia.
Agradece por lo que te brinda la naturaleza, por los gestos de amor que das y por los que recibes, por lo que creíste fueron piedras en el camino y ahora son tus maestros. Agradece por cada persona y momento, por cualquier cosa que se te ocurra, pero agradece.
Quise agradecer en esta historia cada minuto que me regala la vida, cada palabra generosa expreso y que recibo; por cada abrazo, cada sonrisa; por la oportunidad de compartir en familia. Por los amigos y por Rola. También por la sombra (ese lado oscuro que todos tenemos), porque ella me aterriza en todo lo que debo hacer para sentirme bien conmigo misma y entregar lo mejor de mí a los demás.
Agradecer tiene como base fundamental: el amor y el respeto por la condición del otro. Dar y recibir es la manifestación de lo que somos como humanidad.
Ya para terminar, cómo no agradecerte a ti, mi lector de corazón; por quedarte conmigo hasta el final de este escrito. Que no se te pase un día sin agradecer, no importa el momento por el que estés pasando, repito, solo agradece. Te aseguro que vale la pena.